Las variaciones individuales en el “nivel de estudios” (es decir, si los estudiantes completan la escuela secundaria o la universidad) no se pueden atribuir a las diferencias genéticas heredadas. Esa es la conclusión de un nuevo estudio publicado en la revista Science (Rietveld et al. 2013). De acuerdo a esta investigación, el 98% del total de la variación del nivel de educación alcanzado se explica por factores distintos a la composición genética de la persona.
Esto implica que la mayor parte del éxito del estudiante es consecuencia de factores sociales o ambientales que son potencialmente modificables. Esta es una observación importante y quizás sorprendente, de gran interés para los padres, los maestros y los políticos por igual, pero no para los titulares de los medios.
La razón más probable es que los autores del estudio no mencionan la cifra del 98% en el título o en el resumen. Tampoco se menciona en la nota de prensa adjunta.

El presidente de EE.UU. habla con el director del NIH, Francis Collins (Centro)
En cambio, la discusión y el interés se centraron casi exclusivamente en un aspecto diferente de sus resultados: que tres variantes genéticas contribuyen cada una a tan sólo el 0,02% (una parte de 5000) a la variación del nivel de educación alcanzado. Así, la frase final del resumen no concluyó con un llamado a encontrar maneras efectivas de ayudar a todos los jóvenes a alcanzar su mayor potencialidad, sino que propone que estas tres variantes genéticas
“proporcionen candidatos prometedores de SNPs (marcadores de ADN) para un trabajo de seguimiento”.
Esta es una descripción errónea tan espectacular para una conclusión científica que no se puede encontrar nada parecido en la literatura científica. Pero la pregunta es ¿por qué? ¿Por qué los más de doscientos autores deciden destacar el minúsculo 0,02% y enterrar el impresionante 98%? La respuesta fácil es que los autores son genetistas y nunca podrían tener carreras distinguidas si la variación en los genes es irrelevante para la salud y para los logros humanos. La respuesta completa, sin embargo, es considerablemente más interesante, y mucho más importante, que el simple conflicto de intereses.
Para una explicación más amplia es necesario tener en cuenta, por ejemplo, el hecho de que la revista Science publicara una conclusión tan discrepante, y es que la ciencia de la biología humana está en manos de fuerzas políticas ocultas. Estas fuerzas son lo suficientemente potentes como para facilitar (este y otros) estudios genéticos profundamente tergiversados y evadir el proceso correctivo de revisión científica, llegándose a publicar en las principales revistas científicas.
Sobre cómo el dinero y la política pueden dictar las conclusiones de un estudio científico
El punto de partida más fácil para explicar este aborto involuntario de la ciencia es comenzar con la financiación. La investigación de Rietveld, sabemos que es un hecho, era parte de un proyecto de epidemiología genética llamado Social Science Genetic Association Consortium (SSGAC). El consorcio obtiene su dinero casi en su totalidad de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y de la Fundación Nacional de Ciencias, es decir, del gobierno de los EE.UU..
La premisa de la financiación auto descrita del SSGAC es que:
“para la mayoría de los resultados en la vida, más de la mitad de la semejanza de dos hermanos biológicos criados en la misma familia se deriva de su similitud genética” (Benjamin et al. 2012).
En otras palabras, el SSGAC cree incluso antes de la publicación de Rietveld et al que las predisposiciones genéticas heredadas son la contribución dominante a los logros de la vida, de la educación y al parecer “la mayoría” de las esferas de la conducta humana. Por consiguiente, el objetivo de todos sus proyectos es localizar físicamente estos factores genéticos específicos en el ADN humano.
Pero el resultado real de Rietveld et al implica que tales predisposiciones genéticas son más o menos irrelevantes, al menos en lo que se refiere a nivel de educación. Por otra parte, el SSGAC había buscado anteriormente las variantes de genes asociadas con la “inteligencia general”, y las “preferencias económicas y políticas” (como la aversión al riesgo y la confianza). La búsqueda fue un fracaso para todas estas características, sólo en un caso los miembros del proyecto encontraron una variante genética que alcanza el umbral de significación estadística (que es en sí mismo muy por debajo de lo que podría considerarse un factor predisponente importante) (Benjamin et al 2012. ; Chabris et al 2012). Por lo tanto podemos decir que la premisa fundamental del SSGAC no se alinea con los datos.
De nuevo, esto lleva la pregunta un paso más allá: ¿por qué el gobierno de los EE.UU. está financiando en primer lugar proyectos genéticos excesivamente deterministas como este?
La respuesta probable es que el sistema educativo de EE.UU. tiene muchos problemas, que se ejemplifican por su bajo posicionamiento en las escalas internacionales. Existe el peligro de que la culpa de estos problemas pueda ser arrojada e la puerta de la secretaria de educación, la administración, o el Presidente. Esta posibilidad podría evadirse elegantemente, sin embargo, si el nivel de educación alcanzado está destinado genéticamente.
En esencia la misma lógica política se aplica a cualquier enfermedad o trastorno humano, o incluso a cualquier reclamo social. Si el trastorno, por ejemplo autismo, puede ser demostrado (o incluso sugerido) de origen parcialmente genético entonces la gran puerta del granero se abre para cualquier fabricante de vacunas, o político, evadiendo además la culpa tanto a nivel legal como en la percepción del público.
Esta oportunidad dentro de la biología para que la desigualdad (no sólo de la riqueza) parezca “natural” ha sido reconocida desde hace mucho tiempo. El genetista de Harvard Richard Lewontin lo resumió en su libro de 1992 “La Doctrina del ADN: Biología como Ideología ‘:
“La noción de que las clases bajas son biológicamente inferiores a las clases altas …….. pretende legitimizar las estructuras de la desigualdad en nuestra sociedad, sacandoel brillo biológico oportuno”
Genética extrema
El reconocimiento de que este razonamiento alinea los intereses de las corporaciones y los gobiernos ha coincidido con las extraordinarias oportunidades de financiación para aquellos científicos dispuestos a aplicar el análisis del ADN y los enfoques genómicos a las vastas áreas de la salud mental y física. Las cifras exactas no están disponibles, pero en los últimos quince años, cerca de la mitad del presupuesto del NIH ha ido al análisis genético de las poblaciones humanas. Es probable que supere los $ 100 millones de dólares en los EE.UU. solamente.
El desembolso económico es constante: el mismo consorcio del SSGAC también está investigando la posibilidad de los factores genéticos para el “bienestar subjetivo” (felicidad) y la “fertilidad”. Además, el alcance de la búsqueda de predisposiciones genéticas se está ampliando. En el 2004, el escritor científico John Horgan señaló (sin éxito) que se han realizado búsquedas de “genes para”
“el trastorno “de déficit de atención, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión maníaca, la esquizofrenia, el autismo, la dislexia, el alcoholismo, la adicción a la heroína, el alto coeficiente intelectual, la homosexualidad masculina, la tristeza, la extroversión, introversión, búsqueda de la novedad, la impulsividad, la agresión violenta, la ansiedad, la anorexia, el trastorno afectivo temporal y el juego patológico “.
Desde que compiló la lista el campo de la “economía del comportamiento” ha sido añadida a la lista de búsquedas genéticas consideradas dignas de apoyo público. Por ejemplo, una publicación del 2013 en la revista PLoS One (con 68 autores) se tituló como “La Arquitectura Genética Molecular del trabajo por cuenta propia” (van der Loos et al. 2013). Mientras tanto, el Instituto de Investigación Nacional del Genoma Humano de EE.UU. hizo una llamada el año pasado para pedir pruebas a los genetistas a fin de apoyar la búsqueda de predisposiciones a “la adhesión del comportamiento” para el asesoramiento de expertos (es decir, para el cumplimiento).
Así pues, esto opera dentro de las disciplinas de la medicina, la salud pública, ciencias sociales, y ahora la economía, un marco de investigación que, de tener éxito, localizará las causas de los resultados negativos humanos internamente. La culpa será de los genes y no de las circunstancias. Se trata de una versión oficial autorizada y científica de “culpar a la víctima”.
Tres grandes líneas de evidencia apoyan esta tesis.
La gran industria del tabaco y los orígenes de la genética humana
El fondo de la cuestión es que hay evidencia clara de que la búsqueda de la predisposición genética es la pieza central de una agenda corporativa a largo plazo cuyo objetivo es influir en la opinión pública. Se inició en la década de 1960 con la industria del tabaco en un momento en el que fumar fue relacionado por primera vez con el cáncer de pulmón. El objetivo estratégico era quitar el temor del público a fumar, reducir al mínimo las posibles respuestas políticas, y eliminar los gastos legales financiando, fomentando y luego explotando la investigación genética humana. Esto podría lograrse, fue lo que pensó la industria, mediante la construcción desde cero de una ciencia de los factores de riesgo genéticos.
Este programa funcionó hasta finales de 1980 cuando las relaciones formales entre la industria del tabaco y las organizaciones médicas se convirtieron en políticamente controvertidas para para poder mantenerlas. Según las investigaciones de Helen Wallace de la Asociación sin ánimo de lucro GeneWatch del Reino Unido, para 1994 la industria del tabaco había otorgado alrededor de 1.000 investigadores y 225 millones EUR ($ 370 millones) para nutrir la investigación en genética humana (Wallace 2009). El dinero para la investigación del tabaco se dirigió en particular a la búsqueda de asociaciones genéticas con el cáncer de pulmón.
Ya en 1965, esta estrategia había sembrando la incertidumbre sobre las causas del cáncer de pulmón. Como el Dr. George L. Saiger, un consultor pagado con más de $ 50.000 por la industria del tabaco, testificó ante el Comité de Comercio del Senado de EE.UU.:
“Hay fuertes razones para creer que la hipótesis constitucional se ajusta a la evidencia que aparece en el informe del Surgeon General’s Committee por lo menos tan bien como la hipótesis del cigarrillo …”
La prueba de que esta declaración fue parte de un programa consciente para construir la credibilidad de una “hipótesis constitucional” (es decir, la existencia de una predisposición genética al cáncer de pulmón) se confirmó posteriormente por las búsquedas de los Documentos Legacy Tobacco (Gundle et al. 2010). Se trata de documentos internos de la industria tabacalera, que se conservan en la Universidad de California, San Francisco y que la industria se vio obligada a liberar en una demanda judicial.
La industria del tabaco también fue pionera en la genética del comportamiento. La idea de que incluso la adicción a los cigarrillos era un fenómeno genético (y no una característica de los cigarrillos o del tabaco) se originó con la industria del tabaco. El objetivo consistente detrás de la promoción de la genética, según un memorando escrito por Fred R. Panzer, Vicepresidente de Relaciones Públicas del Instituto del Tabaco, fue cambiar el foco de atención “de un producto a un tipo de persona”.
La industria del tabaco seguía trabajando activamente en la misma estrategia de relaciones públicas (PR) cuando, por ejemplo, sus ejecutivos de alto nivel se reunieron con el genetista y Premio Nobel Sydney Brenner en 1988, justo un mes antes de que se creara la Organización del Genoma Humano (HUGO) (Wallace 2009). HUGO fue la organización creada para supervisar el Proyecto de Secuenciación del Genoma Humano.
La genética humana no es salud pública
El segundo punto importante de la evidencia es que la justificación para un interés público en la identificación de variantes genéticas es difícil de discernir. Por ejemplo, aunque se encontrase la predisposición para el logro educativo, no está claro cómo se aplicaría al bienestar público. Por ejemplo, no afectaría en absoluto la necesidad de una educación de alta calidad, tanto para los individuos hallados faltos, o para los de capacidad media o superior. Este punto crucial es pasado por alto por los defensores de las explicaciones genéticas que, según Chaufan y Joseph (2013), se limita a suponer que el conocimiento genético
“mejorará necesariamente la predicción, el diagnóstico, la prevención o tratamiento de enfermedades comunes.”
A medida que estas debilidades se han ido aclarando, se ha vuelto más común que los profesionales de salud pública cuestionen la utilidad de estos estudios y argumenten que, como mínimo:
“los defensores de la medicina genómica deberían ser mucho más modestos”
sobre los posibles impactos en la salud pública (Hall, Mathews y Morley 2010).
El déficit de la evidencia genética
La tercera razón para sospechar que el impulso constante de la investigación genética es de naturaleza política y no un programa científico es que no se ha cesado con la financiación, incluso ante un tsunami de pruebas en contra de sus principales predicciones. Como Hall y sus colegas también escribieron, los genetistas:
“no han identificado los principales alelos de susceptibilidad (variantes genéticas) para la mayoría de las enfermedades comunes.” (Hall, Mathews y Morley 2010).
Incluso los reclamados hallazgos (que son modestos) no han resistido a la replicación retrospectiva (Ioannidis y Panagiotou 2011). La ausencia de pruebas es tan evidente que incluso los líderes en el campo de la genética humana a veces encuentran un reconocimiento si es necesario (aunque sólo en el contexto de una petición de más fondos) (Manolio et al. 2009).
Como la evidencia de etiologías genéticas se ha negado a aperecer continuamente y de forma obstinada, las críticos han crecido en audacia. Chaufan y Joseph en el 2013 se sintieron lo suficientemente seguros como para escribir:
“estas variantes no se han encontrado, ya que no existen” (Chaufan y Joseph 2013).
Es importante, sin embargo, reconocer que hay excepciones. Las mutaciones de cáncer de mama de los genes BRCA1 son una clase de excepción. Pero incluso el BRCA1 es una excepción que confirma la regla. El BRCA1 es conocido precisamente porque sigue siendo un ejemplo casi único de una predisposición genética importante a una enfermedad común. Sin embargo, incluso el BRCA1 está sobrevendido. Más del 90% de todos los casos de cáncer de mama no están relacionados con él (Gage et al. 2012).
La otra clase de excepciones son aquellos trastornos relativamente raros para los cuales existe una clara evidencia de una causa genética simple. La fibrosis quística es un ejemplo y la enfermedad de Huntington es otra.
Sin embargo, volviendo al punto principal, para las condiciones comunes de salud física y mental, como la enfermedad cardíaca, el cáncer, el autismo y la esquizofrenia, la situación ha demostrado ser muy diferente. La evidencia epidemiológica y genética sugiere que el riesgo genético es a lo sumo un componente contributivo menor. Para los rasgos de comportamiento y económicos la falta de datos genéticos positivos es aún más evidente.
En consecuencia, se requiere una explicación extra-científica para explicar por qué grandes sumas de dinero de los contribuyentes han financiado la investigación genética humana aún con estos resultados negativos.
La genética humana: un éxito de Relaciones Públicas construido sobre una falla científica
En términos exclusivos de investigación, la búsqueda de predisposiciones genéticas humanas ha fracasado. Sin embargo, es curioso que este fracaso ha hecho poco para evitar que la genética médica y de comportamiento sea un éxito abrumador de RP. Gracias a la industria del tabaco (a la que más tarde se unieron la industria química, alimentaria, farmacéutica, y finalmente la industria de los juegos de azar), “los genes para” cualquier enfermedad, o talento, o rareza humana, es hoy en día un tema estándar de conversación entre los adultos.
Esto no siempre fue así. Cuando el genetista Mary-Claire King (co-descubridor del gen BRCA1) fue entrevistado recientemente en la revista New Scientist, se esforzó en recordar al entrevistador que en la década de 1980 convencer a los financiadores para que explotasen una base genética hereditaria de cáncer era extremadamente difícil.
“La principal experiencia de la época fue que la gente me ignoró por completo” (Powerful genes New Scientist 22 June 2013).
Es difícil estar seguro, pero es probable que este cambio radical en la opinión pública efectivamente protegiera a la industria del tabaco, que continúa prosperando. Además, hemos argumentado anteriormente, que desempeñó un papel clave para proteger a los principales contaminadores y a los políticos de todo tipo en cuanto a las regulaciones y a la responsabilidad. Gran parte de la explicación para el fracaso genérico de nuestras sociedades en hacer frente a los problemas sociales y ambientales probablemente se puede atribuir al simple exceso de confianza en las explicaciones genéticas deterministas.
Sin embargo, más allá del ejemplo del BRCA1, pocos científicos o laicos podrían nombrar un descubrimiento específico para respaldar los supuestos genéticos. Esta discrepancia entre el fracaso del programa de la ciencia misma y su éxito como proyecto de RP es un verdadero testimonio aleccionador del poder de las relaciones públicas modernas. También es una crítica al periodismo científico y a la insuficiencia de los medios en su conjunto.
Investigación libre vs ciencia dirigida
El análisis anterior propone que es un error atribuir la responsabilidad de sus conclusiones exclusivamente a los autores de los artículos como Rietveld et al. Igualmente culpable es el sistema operativo en el que se encuentran estos investigadores . La revista Science y sus editores y revisores, por ejemplo, son cómplices con total claridad en la publicación de las conclusiones erróneas. Los organismos de financiación son cómplices en la concesión de fondos públicos para proyectos especulativos de caza de genes en detrimento de las verdaderas cuestiones urgentes en materia de salud pública. Así, la evidencia apunta a un amplio fracaso de todo el sistema.
El hecho de que la mayor parte de la ciencia es esencialmente un proyecto que va de arriba hacia abajo aún no está lo suficientemente entendido por las personas comunes. Persiste una idea romántica (conservada por muchos científicos) de que la ciencia es un proceso de consulta libre. En esta visión, las solicitudes de grandes subvenciones y sus concesiones no son más que medidas de control de calidad, o imposiciones rritantes de los burócratas.
Pero la libre investigación de la ciencia está casi extinta. En realidad, sólo una pequeña proporción de la investigación en biología se hace fuera de camisas de fuerza impuestas por los organismos de financiación. Los investigadores diseñan sus proyectos en torno a los programas de financiación, las universidades organizan su contratación a su alrededor, y cada experimento ha sido cuidadosamente diseñado para impulsar la próxima solicitud de subvención.
Las consecuencias de esta dinámica es que los científicos individuales tienen un poder insignificante dentro del sistema, pero lo más importante es que abre una vía por la que las poderosas fuerzas políticas o comerciales pueden establecer subrepticiamente la agenda de la ciencia desde arriba.
En el caso de la genética médica este poder se ha utilizado para deformar nuestra comprensión de la misma naturaleza humana. Así, el dinero público ha comprado no un “progreso” científico, sino el dominio de la investigación intelectual por un proyecto totalmente malévolo, concebido totalmente a expensas de la ciencia. Este proyecto fue diseñado sólo para asegurar la parálisis política y la consolidación del poder económico estableciendo su agenda en la que cualquier pensamiento científico era totalmente incidental. Lo que observamos es en realidad un mal funcionamiento del esclarecimiento en toda regla.
Sin embargo, a pesar del casi diario aluvión de titulares genético-deterministas de las RP, nuestro destino no está escrito en nuestro ADN y el estado de la comprensión del público puede, en principio, ser revertido. La verdad esperanzadora es que hay razones de peso para eliminar los subsidios a la comida basura, a los pesticidas en los alimentos y el agua, a las toxinas en el lugar de trabajo, y a las injusticias sociales y económicas de la sociedad, y que cuando lo hagamos, las cosas mejorarán.
Referencias
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_______________________________________________________
Jonathan Latham, PhD | independentsciencenews.org
Jonathan Latham es co-foundador y Director Ejecutivo de Bioscience Resource Project y Editor de la web Independent Science News . El Dr. Latham cuenta con una maestría en genética de cosechas y un doctorado en virología.
Traducido por JM para disiciencia.wordpress
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